lunes, 21 de enero de 2019

Deja que se caigan las pelotas




Por @Joaquin_Pereira


Este año cumplo diez dictando talleres de escritura creativa. Por mis manos -literal- han pasado cientos de aspirantes a escritores. Todos llegan buscando una clave que les dé luz en su búsqueda personal para llevarlos a crear su obra y verla por fin publicada. Muchos se sorprenden con la forma en que los recibo. 

Tradicionalmente cualquier taller –de inglés, de guitarra, de cómo hacer sushi- inicia con la nefasta fase de presentación. Todos tiemblan porque están acostumbrados al terrible momento cuando deben sacar a relucir su curriculum vitae y comienza la guerra de egos. 

En mis talleres rompo con esto. Les invito a sólo mencionar su nombre. Los libero de la necesidad de escudarse detrás de su apellido –que los mantiene presos de su transgeneracional-, el lugar de la ciudad en donde viven –que los etiqueta con una clase social determinada-, y de su trayectoria profesional –que los convierte en un personaje social que debe luchar por un espacio en el sistema. 

Al presentarse sólo con su nombre, libero al escritor que pugna por hablar dentro de sí y enfoco el desarrollo del taller en la creación de su obra.

Luego de pasar esta etapa de derrota del ego, paso a aclarar el sentido de un taller de escritura. En la educación tradicional de la mayoría de los occidentales continuamente nos están señalando nuestras carencias, nos señalan nuestras faltas y nos dicen que un profesor o curso nos dará eso que buscamos para completarnos. Pero la rueda no se detiene y descubrimos nuevamente una carencia en nosotros, impulsandonos a seguir buscando permanentemente sin detenernos a desarrollar nuestra obra. 

Les explico a mis talleristas el enfoque que utilizo, similar al de la educación de Finlandia: sacar a la luz lo que se tiene y no lo que se carece y conectada con lo lúdico, es decir, con lo que hace sonreír a nuestra alma. 

Sí, algunos pensarán que el un taller es una secta espiritual o aún peor, uno de esos cursos de autoestima o coaching, vuertos ahora en tendencia. 

Pasado los primeros momentos de duda, los talleristas comienzan a darse cuenta de que más que seguir acumulando conocimiento –en esta época de avalancha informativa-, lo que requieren para comenzar a desarrollar prolíficamente su obra es abrir el espacio interno que lo permita. 

Y allí es cuando saco mis tres pelotas. No se asusten, no me desnudo ante ellos. Literalmente saco de mi bolso –de Mary Poppins- tres pelotas y comienzo a hacer malabares. Les digo que no es que estoy loco ni que los estoy llevando a ganarse unas monedas en algún semáforo. Lo que quiero es por medio de una metáfora mostrarle cómo vencer los miedos que les impide escribir.

Con las pelotas les muestro una estrategia práctica para relajarse y dar rienda suelta a su escritura. Luego de mostrarle mi capacidad de manejar tres pelotas en el aire al mismo tiempo los sorprendo dejando caer las mismas al suelo de forma intencional: les muestro que no tengo miedo a la caída de las pelotas.

Luego las recojo y les explico de qué va tanto performance. Les cuento mi experiencia en una escuela de circo –no es un cuento, en realidad lo estuve-; por más que practicaba hacer malabares no me salían. Intento asociarlo con su deseo de escribir: el miedo les impide hacer como desean.

Les explico que sólo cuando me permití equivocarme, dejando caer las pelotas sin temor, ese día logré por fin hacer malabares. Moraleja: cuando pierdes el miedo a equivocarte allí comienzas a empoderarte como escritor y tu obra surge al fin de la tierra de tu inconsciente como una pequeña planta que busca la luz. 

Para aquellos que logran captar el enfoque de mi taller la escena de las pelotas y los malabares se convierte en un Damasco, en una epifanía que les servirá para reubicar sus recursos internos y hacer un inventario productivo de sus talentos. 

El siguiente paso es ordenar nuestra caja de herramientas –como la llama Stephen King en su libro Mientras escribo-. Pero de esto les escribiré en el siguiente post. Sigamos creando juntos.


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