martes, 22 de enero de 2019

Mirar el miedo a los ojos



Por @Joaquin_Pereira


Ser escritor es ser valiente. No es cuestión de publicar o de tener cientos de lectores. Es pararse en medio de la locura cotidiana y atreverse a decir basta. Para eso hay que confrontar al miedo. Mirarlo a los ojos.

Luego de que los talleristas se presentan sólo con su nombre los invito a dar luz a los miedos que les impiden escribir. He escuchado de todo: no soy capaz, no me siento preparado, no sé cómo expresar lo que pienso, siento que no me entienden, no tengo tiempo, …

Les hago ver que el miedo no es algo que hay que superar sino algo que aceptar. Nuestra vulnerabilidad nos conecta con la vulnerabilidad de nuestros lectores. Mostrarnos desnudos, con cicatrices, es lo que nuestros lectores requieren. 

He visto pasar por mi taller gente muy talentosa que no llega a publicar, no se siente preparada por no haber estudiado Letras. Si supieran que muchos que lo han hecho terminan no escribiendo por la cantidad de autocrítica que poseen y que termina ahogándolos. 
Cuando les digo que se conecten nuevamente con el juego y con su lado inocente me ven raro: Esto no puede ser, que inmaduro, quién puede vivir así. 

En nuestros tabúes y dolores más profundos es donde se esconde nuestra mejor obra. Para que ella surja hay que sumergirse en nuestra sombra y remover el trastero de nuestro inconsciente. 

Les brindo una estrategia práctica para acallar las voces internas que nos acosan mientras escribimos. Consiste en utilizar varias cachuchas –como las llamamos en Latinoamérica- o varios sombreros distintos a la hora de escribir: 

En primer lugar, colocarse una cachucha o sombrero de colores –todo esto de forma imaginaria- para recordarles el permitirse equivocarse sin complejos, eso desata la creatividad. Luego podrán usar la cachucha o el sombrero del corrector y después el del vendedor. Con ellas podrán ser todo lo riguroso que quieran, pero teniendo como base un boceto surgido desde la autenticidad y la libertad.

Los talleres de escritura más que un medio para la obtención de nuevo conocimiento, son el espacio propicio para poder experimentar sin miedo a la crítica despiadada. Para que esto ocurra el coordinador del mismo debe servir como un maestro de ceremonias o un director de orquesta que evite la confrontación de egos. 

Hay dos tipos de personalidad entre los asistentes a los talleres de escritura: los que se estimulan con los retos y los que lo hacen con los “apapaches” o los mensajes de aliento. El director del taller debe saber identificar cada caso y motivar de forma apropiada a cada quien.  

La primera tarea dentro de un taller de escritura para que sus participantes comiencen a notar un avance es el hacerles mirar sus miedos y brindarles un espacio en el que puedan exponerse con confianza sintiendo que serán apoyados y reconfortados en la experiencia. Luego la continua revisión de ejercicios prácticos funcionará como un espejo donde podrán ver los elementos a corregir y hacerlo de forma positiva, sin presionarse, disfrutando el proceso.

Sigamos creando juntos, abrazando nuestros miedos.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario